jueves, 4 de septiembre de 2014

VELETA (3.396 m.), MULHACÉN (3.479 m.) y ALCAZABA (3.366 m.); un descanso sin descanso.

   La leyenda cuenta, que el sultán Abu-al Hassan Ali Ibn Nasr, apodado en las crónicas castellano-leonesas como "Muley Hacén", cansado de su trato con los hombres (tuvo serios problemas con su padre, con los cristianos y hasta con su hijo), al morir dispuso que fuese enterrado en el pico más alto de Sierra Nevada, cerca del cielo y lo más alejado posible de la civilización.
   Pese a que este enterramiento a sido buscado con ahínco (posíblemente por sus tesoros), nunca ha sido encontrado.
   Pero no fue buscar el tesoro de Muley Hacén, la carnaza que nuestro "Presi" lanzó al aire, para que tres incautos picáramos el anzuelo con los ojos cerrados, sino, descansar bajo las estrellas, "a saco pelao", en el Parque Nacional de Sierra Nevada (casi na'). Un reclamo demasiado intenso para eludirlo.
   El veinte de Agosto (una fecha cualquiera del calendario), a las cinco de la tarde, partimos de Morón con destino al aparcamiento de Hoya de la Mora, disponíamos de 24 h. (mi descanso entre dos periodos de trabajo), para patear el Parque Nacional y dormir como estaba previsto; mirando las estrellas, fresquitos, respirando aire puro, sin ruidos y sin despertador.

El descanso del "Guerrero"
   La realidad fue bien distinta.


   Desde Hoya de la Mora partimos por la subida clásica al Veleta. El sendero está muy marcado y pasa por el monumento de la Virgen de las Nieves. Es una subida casi en linea recta, constante y podría decirse que relativamente suave.
   Cruzamos, yo no se ni cuantas veces, la A-395, que es la carretera más alta de Europa, ascendiendo hasta los 3.367 m. de altura, que como es lógico llega al puerto de montaña más alto de Europa.

De decha. a izq. Juanlu (el Presi), Abel, Fernando y un servidor (los incautos), comenzando la ruta.
Virgen de las Nieve y bajo su soportal el Veleta.
  
    No paramos hasta llegar muy cerca de un par de construcciones de piedras que dejamos a nuestra izquierda. Según nos explicó Juanlu, pertenecían a unas trincheras, herencia de nuestra Guerra Civil, que dan el nombre al lugar; "Las Posiciones del Veleta". En este punto el camino se pierde o se difumina, nosotros no vimos hitos que marcaran la ruta, de modo que "a trochar la linde", como dice nuestro amigo Julio.  
   Y fue en esta, "destrochando la linde" cuando nos quería alcanzar  el crepúsculo. De modo que apuramos el paso, intentando llegar al Veleta antes que el sol se acostara.
 
La puesta de sol; ¡imponente!. A nuestro pies Prado Llano y Borregiles, lo que antiguamente se llamó "Estación Sol y Nieve" (os acordáis). Me fue imposible sacar una foto que se acercara a la realidad..
 
   Lo logramos, y como quien no quiere la cosa, llegamos al Veleta, también llamado Picacho del Veleta, con luz del día. Situada en la Cordillera Penibética, es la cuarta cumbre más alta de España.
   Su nombre hace referencia a los tajos que perfilan sus caras, y proviene del árabe, concretamente de un sustantivo masculino; balát (cortado).
    
Ni un alma, a excepción de nosotros en la cumbre.
En primer plano El Cerro de los Machos, en el horizonte a la dcha. El Mulhacén y a la izq. La Alcazaba

   Nos recreamos en sus dos vertientes, con las luces de Granada, al norte y con las de los pueblecitos de la Alpujarra, al sur. Sierra nevada vierte sus aguas equitativamente, hacia el Océano Atlántico por un lado y al Mediterraneo por el otro.
   El frío nos bajó de las nubes y nos apresuramos por un sendero camino del Collado de La Carihuela o Carigüela del Veleta, autentica puerta de la Alpujarra, y al poco, nos encontramos con el refugio del mismo nombre.

En apariencia vacío, en su interior no cabía ni un alfiler.
   Nuestra intención, mejor dicho la de Juanlu, era continuar andando por la destruida carretera que entre los años 1.966 y 1.999 conectaba con el pueblo de Capileira discurriendo por la falda del Mulhacén, de modo, que poco nos importó que el refugio estuviera hasta la bandera.
   Entre charlas, llegamos a la Lagunas de Río Seco y nos acomodamos para cenar un caldito caliente y,,,,,, ¡¡dormiiiiiiiir!!, por fin.

Con el estomago caliente y bien acomodados.
   Dormir, jaja. Nada de nada. Sería por la adrenalina, por las almohadas, por el frió o vaya usted a saber por qué, pero a las tres de la mañana teníamos los ojos como platos, vimos todas las estrellas fugaces del mundo y no se nos escapó ni un cometa. El sueño reparador no llegaba, y nuestra mente sin que nadie se lo ordenara visualizaba el cuerpo que tendríamos por la mañana. Cansados, sí, pero derechos como una baqueta. Y las carcajadas fueron espontáneas, cargadas de complicidad. 
   Al fin, nos quedamos dormidos, casi al amanecer.
   Al despertar, descubrimos el sitio donde alunizamos la noche anterior. 

No he podido adivinar que es la "figurita" morada que se ve en el centro de la foto.
Rodeados por los Crestones de Río Seco parecía otro planeta.



Laguna de Río Seco y el camino por donde creo que bajamos (de noche todos los caminos son pardos).

   Desayunamos café templado (se acabó el gas) y mostachones de Utrera. Recogimos los bártulos y nos pusimos en marcha lo antes posible. Nos sentíamos con fuerzas renovadas y no por dormir precisamente. ¿Sería la altura?, ¿sería el hermoso amanecer?, o más bien, ¿serian los mostachones?
 
Fernando inmortalizo como nos comíamos sus mostachones de Utrera.

   Puestos en camino, subimos de nuevo a la destrozada carretera, ilusionados y deseosos de aprovechar el día. Después supimos que este día no sería largo, sino larguiiiiiiisimo.
   Nos desviamos a la izquierda, hacia el Collado de Loma Pelada y al superarlo vimos la base del imponente Mulhacén  y el desafiante sendero en zig-zag que nos llevaría a su cumbre. Bajamos por la ladera del Puntal de la Caldera hasta el refugio también llamado de la Caldera, y desde  allí a lo más alto.

Laguna de la Caldera, nacimiento del Río Mulhacén afluente del Poqueira.
Macho de Cabra Montés junto al vivac de la Caldera.

   En el Collado de la Mosca hicimos una breve parada para beber un poco de agua, contemplar la Hoya del Mulhacén y asombrarnos con la cara más escarpada de este coloso. A partir de aquí, hicimos la subida del tirón, ganando metros de altura a paso lento pero seguro, a sabiendas de que en poco tiempo, nadie en la Península Ibérica con los pies en el suelo, estaría más alto que nosotros.

Collado de la Mosca.
Fernando estrenando mochila. Jajaja.

   ¡Al fin llegamos!. 
   Objetivo conseguido: perturbar el descanso del sultán Mulhacén. 
   No buscamos su sepultura, A cambio, charlamos distendidamente con una pareja vasca y nos tomamos un tinto, acompañado de unas almendritas, entre otras cosas. El momento fue único, en especial para Fernando y para mi, por ser nuestra primera vez.....en el Mulhacén

Sin palabras. Lo mejor es vivirlo.
Momentazo para el recuerdo.
 
   Se estaba tan bien en las alturas, que yo no quería moverme, (en realidad más bien sería  por el cansancio) pero no nos íbamos a quedar a vivir allí.
   Próxima parada: La Alcazaba.
   El plan contemplaba llegar hasta ella por la cresta del Circo de Siete Lagunas, para no perder mucha altura y hacerlo lo más corto posible. De modo, que no perdimos mas tiempo y nos lanzamos en picado a los llanos de Siete Lagunas. Todo lo contrario de lo previsto.
   -¿Juanlu, no íbamos a ir por la cresta?.-Si claro- dijo, y giró bruscamente a la izquierda por la Raspa del Tajo. Misión imposible. Nos faltó muy poco para llegar. Lo impidió el tajo, porque la raspa que acaricio nuestros traseros, la habíamos dejado atrás. Volver por nuestros pasos, ¡imposible!. -¿Dónde están nuestros pasos?. A trochalinde, salvando piedras sueltas, algunas de tamaño muy considerable, deseando hacer el viaje de su vida, ladera abajo.

No encontramos camino hasta la cresta que une el Mulhacén con la Alcazaba.

   Llegamos a Siete Lagunas exhaustos, tanto física como mentalmente. Bajar supondría tener que volver a subir.
   Descansamos un poco mirando los retazos del sendero del Coladero, por donde nos colaríamos hasta el Collado Superior, a la derecha del Puntal de la Cornisa.  El remedio fue peor que la enfermedad, lejos de relajarnos el panorama de la subida nos provocaba desasosiego y Abel daba cuenta de las ampollas que aparecían en sus pies. Llenamos las botellas de agua, le añadimos la pastilla potabilizadora y pa' lante en  busca de hitos.

En otras circunstancias, el sitio hubiera sido idílico.
Al frente el Puntal de la Cornisa, a su derecha el collado por donde pasaríamos.

   Nadie dijo que sería fácil. Ya se sabe que para ocupar una alcazaba, hay que superar la muralla que la rodea y nosotros la superamos, "con nota". Desde el Collado Superior teníamos nuestro propósito a la vista, nos quedaba pasar por la Cuneta de la Alcazaba y subir por donde mejor nos pareciera.
   La Alcazaba, tiene dos baluartes de piedras que parecen estar a la misma altura, de modo que foto en los dos y se acabo la discusión.

Los tres gigantes en el mismo plano (y no me refiero al personal); bajo la bandera el Veleta, a al izquierda el Mulhacén y sosteniéndonos a nosotros, La Alcazaba.
Sentados se despliega mejor nuestra bandera o......¿es el cansancio?.

   Repusimos fuerzas contundentemente. Juanlu curó las heridas de Abel y propusimos como hacer el regreso. Cambiamos impresiones con un montañero conocedor de la zona. Este nos propuso tomar la cresta y bajar a la Laguna de la Mosca. Sería lo más rápido. Lo vimos bien, lo que no vimos fue la desviación desde el Coladero hasta la cresta, y como Abel llevaba los pies en cruz, tomamos el "plan B": de cabeza a Siete Lagunas. Serían algunos kilómetros más (al final 30 km.) , pero más llevaderos.

Cada loco con su tema.

   Cruzamos Siete Lagunas de cabo a rabo. Desde las alturas no parecía tan extensa la zona. Nuestra intención era subir a un collado a la derecha de Laguna Hondonera, la última de todas, para conectar con la pista que viene del Alto del Chorrillo cortando por las Lomas del Mulhacén.

Andar por este paraje escuchando el correr del agua, creo que nos cargó las pilas.
Laguna Hondonera, nacimiento del Río Culo de Perro, afluente del Río Trevélez.

   Después de cruzar dos vaguadas, subir un par de repechos y transitar un camino carretero, salimos a la altura del Refugio de Porqueira. La vuelta había sido exagerada. Cortamos lo que pudimos por las Lomas del Mulhacén y nos colocamos en la carretera degradada a pista, más alta de Europa.
   Kilómetro a kilómetro, con el sol sobre nuestros hombros, acariciados por una agradable brisa y las charlas entrecortadas, nos acercábamos al Veleta, siempre al alcance de nuestra vista y siempre lejos.

A la derecha el Mulhacén y el sendero que subimos por la mañana.

   La noche se nos venía encima, e hicimos una pequeña trampa cortando por el Paso de los Guías antes de llegar al Collado de la Carihuela.

Paso de los Guias. Foto de Juanlu

    La bajada final, desde el Collado de la Carihuela hasta Hoya de la Mora, daba la impresión de no tener fin. Llegamos más cansado y más tarde de lo que teníamos previsto. 
   Estiramos el día hasta las veintisiete horas, por lo menos, y lo hicimos practicamente sin descansar. Dormir bajo las estrellas a "saco pelao", resulto ser, al menos por esta vez, una "leyenda urbana".
   A pesar de los pesares, agradezco a Juanlu (no sabéis cuanto), su entrega para organizar esta salida de alta montaña, a medida. A Fernando, por estar siempre ahí (para lo bueno y para lo malo) y a Abel, que pese a su baja forma, y a sus insufribles ampollas, nos dio sin saberlo, una lección de pundonor indeleble.
   
 Por cierto, 
tampoco el Rey Mulhacen descanso en Sierra Nevada.
En realidad, 
su cuerpo fue enterrado en la rauda,
 el panteón de los reyes nazaríes.

FIN





4 comentarios:

  1. Bravo manuel me as echo estar alli y disfrutarlo igual enhorabuena a los 4

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  2. Felicidades Manuel por la magnífica narración que has realizado de la ruta por Sierra Nevada, eres un cronista nato con una memoria admirable, capaz de relatar los hechos ajustándose fielmente a la realidad de lo acontecido, todo ello siempre en una entretenida prosa que nos sumerge en el relato, a la vez que descubrimos, aprendiendo, la de cosas que esconden los sitios que hemos visitado, enhorabuena además, porque las fotografías con la que lo complementas expresan a la perfección el espíritu del momento, y gracias por hacerme recordar tan nítidamente como si de una película se tratase, la fabulosa travesía que vivimos en el Parque nacional de Sierra Nevada.
    Por cierto la “figurita” morada del centro de la foto era mi mochila, me la llevé allí para no molestaros porque estaba desayunando cuando aun “descansabais” dentro de los sacos.
    Fernando de Utrera

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    1. Dichosos los ojos que leen por aquí.
      ¡Qué descanso!. Esa mochila da susto, sobretodo si va cargada. Jajkkaja. Una duda existencial aclarada. Yo también te quiero. Gracias de corazón.

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