Tuvimos suerte de no quedarnos dormidos, aunque también es verdad, que yo no pegué ojo en las tres o cuatro horas que estuve dando vueltas en la cama. Siempre pensando en aquellas minucias que se meten en la cabeza, justo la noche en que más falta te hace dormir. Y a las cinco de la mañana, del sábado tres de septiembre, pusimos rumbo a nuestro objetivo: El Aneto. Eso si, disfrutamos mucho del larguísimo trayecto, porque yacimos largo y tendidos, por turnos, en el duro asiento trasero de la Renault Cangoo (suerte que sólo íbamos tres).
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Uno de los pocos momentos en que los tres estábamos medio despabilados, y suerte que no tapé por completo el objetivo de la cámara. |